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lunes, 17 de abril de 2017

El rito funerario en Al-Andalus

Jerez almohade (interior del recinto amurallado)
Haber excavado en Jerez de la Frontera, tanto en la maqbara (cementerio islámico) de Santiago (en relación a la puerta del mismo nombre) como en la de San Miguel (en relación a la Puerta del Real) me ha permitido conocer de primera mano el rito funerario en época islámica.
Sin entrar en detalles sobre la historia de esta localidad, sí me gustaría dar a conocer, a través de este blog, apuntes generales sobre el rito funerario islámico que se caracterizaba, sobre todo, por su sencillez y austeridad, como así recomendaba la doctrina malikí.
Los malikíes fueron los seguidores de la escuela fundada por el jurista musulmán Malik ibn Anas en el siglo VIII, personaje ligado al poder califal de Medina. Esta escuela, que daba especial importancia a la tradición y a la austeridad, tuvo una gran difusión a través del tratado El collar de perlas preciosas de Abu Mohamed Abdala ben Nachan.
   La doctrina jurídico-religiosa "malikí", fue la que se siguió en  Al-Ándalus y todo el Norte de África, de ahí, que los enterramientos islámicos presenten muchas similitudes, sin distinción del área geográfica donde nos encontremos, dado que siguen los mismos preceptos coránicos: fosas estrechas, excavadas en el terreno natural, poco profundas y sin ningún tipo de recubrimiento interior y ostentación y siempre inhumación.
   Es importante, antes de proseguir con el rito funerario, comentar que las maqbaras se situaban a extramuros de la ciudad o medina aunque cerca de las puertas de acceso a la ciudad que solían ser cuatro, una en cada punto cardinal. Ya según la entidad de la ciudad podría haber una o varias maqbaras. 
        Los enterramientos hallados en los cementerios de Jerez corresponden al tipo de inhumación en fosa simple excavada en el nivel geológico, con una profundidad que oscila entre 30-60 cm, como recomendaba la doctrina malikí, no debían de ser más profundas que la cintura de un hombre y debían cavarse en la misma tierra, sin obra hecha de yeso, ni fábrica en que se use barro, habiéndose de cubrir con ladrillos o piedra. O sea que en general, suelen ser poco profundas.
     
Poca profundidad y estrechez
 
Otro aspecto que acompañaba la escasa profundidad de las tumbas era la estrechez de las fosas que oscilaban en torno a 30-40 cm, dato que se pudo ver en la mayoría de los enterramientos jerezanos. 
        En esta fosa estrecha se colocaba el cadáver de costado, envuelto en un sudario, desprovisto de ataúd, más adelante comentaré este hecho, y orientado en ángulo recto con la qibla de la Meca, en el caso de al-Ándalus eje NE-SO. El cuerpo de dispone en decúbito lateral derecho, con el rostro orientado 240º al SE, es decir, a la Meca, los brazos recogidos hacia delante sobre la región púbica y las extremidades inferiores ligeramente flexionadas. La variación en grados, referente a la orientación, es escasa y oscila entre los 230 y 260 grados.
La orientación de los cuerpos suroeste-noreste con el rostro vuelto hacia el sureste, hacia la Meca, es una generalidad en los enterramientos islámicos, y aunque en algunos casos la orientación del cuerpo puede variar sensiblemente, la posición de la cabeza cumple los preceptos coránicos.
Este hecho se ha interpretado con el desplazamiento de los cuerpos en el interior de la fosa con el paso del tiempo, y no como una posición ritual.
La característica principal del rito se centra en la inmovilización del cadáver. En este sentido, habría que justificar la estrechez de las tumbas, que en algunas ocasiones, presentaba los cuerpos forzados para ajustarse a las mínimas medidas de la fosa. Estrechez debida, sin duda, al interés por encajar al cadáver en dirección al Sur y con el rostro hacia La Meca, evitando cualquier tipo de desplazamiento inoportuno. Para ello, se usaban técnicas simples como calzar el cuerpo con una teja, apoyando la cabeza con un ladrillo de adobe o con una piedra plana, o acuñar el cuerpo con pequeñas piedras en las paredes de la fosa o trozos de cerámica.
Cubierta de tejas
Era recomendable cubrir la fosa con lajas de piedra, adobes (ladrillos crudos), tejas o tablas de madera (podía usarse la propia parihuela del cortejo fúnebre)  para que no entrara tierra en el interior, ya que debía de existir un espacio para que el fallecido /alma pudiera incorporarse cuando Munkar y Nakir apareciesen para su juicio. Un manuscrito de Ab Mohamed Abdala ben Nachan afirma que cuando el difunto quedaba sólo, sufría el juicio en la fosa, apareciéndole estos dos angelotes que le premiaban o castigaban según hubiera sido su vida fiel o infiel a la doctrina de Mahoma.
 Hasta la fecha en Jerez, la cubierta de tejas es la más común.
Dificultad de detección de la fosa
Las fosas están excavadas en el terreno geológico. La similitud entre el relleno de las fosas y el estrato que rompen es total. En definitiva, la tierra que extraen al excavar la fosa, va a ser reutilizada para cubrir al cadáver en un posterior momento. Si además le añadimos, la falta de cubierta en un alto número de las tumbas excavadas, el carácter perecedero de las señalizaciones de las mismas y el grado de arrasamiento del sustrato geológico, se entiende la dificultad a la hora de identificar correctamente las fosas y de poder ajustar datos referentes a cubiertas, señalizaciones y profundidad de las fosas.
 En cuanto  la señalización, la sepultura se indicaba con un pequeño montículo de tierra, alguna piedra o túmulo, elementos perecederos como un trozo de madera, adobe o algún ripio siguiendo la tónica de austeridad y sencillez del ritual.
Señalización de sepultura con ripios
 En teoría, cualquier elemento de ornamentación u ostentación era ilícito, sin embargo, según los enterramientos, propietario o época podían existir señalizaciones con losas rectangulares, estelas cilíndricas o prismáticas, ricamente decoradas.
 Los textos funerarios solían incluir el nombre del difunto, filiación, los títulos, fecha de su muerte, además de alabanzas y profesiones de fe islámica. Sin embargo, no se nos da caso hasta la fecha en Jerez.
 Siguiendo con los preceptos de la doctrina malikí, no se deben emplear ataúdes, aunque arqueológicamente se ha comprobado que algunos enterramientos islámicos presentaban signos de haberlos utilizado como denotan la presencia de clavos y argollas. Sin embargo, hay que tener especial cuidado con la presencia de estos elementos ya que podía tratarse de la parihuela del cortejo fúnebre ya que era común que formara parte del enterramiento.
  
Detalle de clavos y argollas
De este modo, el ataúd comienza a utilizarse de forma más o menos generalizada, a partir del s. XI-XII d. C, documentándose un ensanche de las fosas y clavos en su interior. El hecho del uso de ataúdes se ha relacionado, en determinadas ocasiones, como una medida higiénica, a consecuencia de la superpoblación de los cementerios.
La presencia de osarios, esto es depósitos secundarios, así como el traslado del difunto, no está permitida en el islam. Sin embargo, arqueológicamente están registrados. Se pueden explicar como una medida en los cementerios urbanos ante la falta de espacio.
Osario
Importante es el tema del ajuar. La presencia de objetos en el interior de las tumbas islámicas es un hecho excepcional. Sin embargo, se han documentado casos en al-Ándalus donde se han registrado fragmentos de tejido del sudario empleado en el amortajamiento, agujas, jarras, jarros, candiles, redomas, adornos como cuentas de collar, anillos, pendientes…botones e incluso cuernos.
 La doctrina malikí y la mayor parte de los tratados de sunna dictaminan que el difunto habrá de ser enterrado solamente con un sudario. Más tarde, Içe Gebir vuelve a remarcar que al muerto “ni le metan oro ni plata ni otra cosa”
 Sin embargo, contrariamente a lo expuesto, una de las fatuas recogidas por Al-Wansarîsî refleja la opinión de ciertos muftis autorizando que algunas mujeres fuesen enterradas con joyas.
 En Jerez se constató en una sepultura la presencia de ajuar consistente en una argolla de hierro colocada en el tobillo izquierdo del cadáver y un collar de cuentas de vidrio. Sin embargo creemos más oportuno pensar que se trataría de adorno personal más que parte de un rito.
 El sudario usado como mortaja era una sábana de color blanco, aunque la doctrina maliki toleraba cualquier color menos el rojo. El sudario era cosido de arriba abajo, para posteriormente descoserlo o desatarlo por la parte de la cabeza y los pies al depositar el cadáver en la fosa. Este hecho provoca, que en ocasiones, aparezcan agujas en el interior de las fosas.
 En la mayoría de los casos hay que interpretar la presencia de cerámica como restos que han quedado en la tierra, pero no como parte de un ajuar funerario, aunque como hemos dicho anteriormente, existe la posibilidad de su disposición intencionada.
 En el cementerio islámico de Santiago, hasta la fecha, han aparecido tres tumbas con un jarro pitorro o lechera de época almohade depositados intencionadamente.
Presenta tres jarros pitorro
 Las jarras o jarros están asociados funcionalmente al mundo del agua, por lo que su razón simbólica debe partir de la misma.
 Algunos autores interpretan los elementos cerámicos en el interior de las sepulturas como parte de un rito, no muy extendido, relacionado con una contribución para el acercamiento al paraíso, usando como símbolo las vasijas que pudieran contener líquidos, como la jarra, la redoma o el jarro.
 Hay autores que interpretan la disposición en el interior de la tumbas de jarros pitorros o lecheras como una señal o identificación del individuo por su mala conducta en vida.
 En ocasiones, los enterramientos aparecen con candiles en su interior, aunque en Jerez no se ha registrado alguno hasta la fecha.
 Referencias a la identificación de la luz con Dios se encuentran en la Sura 24 del Corán cuyo nombre es precisamente “La Luz”.
 La posibilidad de presencia de candiles en futuras intervenciones en áreas de necrópolis podría interpretarse como un elemento de apoyo para facilitar el seguimiento de la luz de Dios.
 La presencia de ejemplares de cuernos, generalmente de cápridos, asociados a los cementerios islámicos, aunque no en el interior de las fosas funerarias, es un hecho constatado en varias intervenciones arqueológicas: en Murcia. Este hecho se ha interpretado como banquetes funerarios.
 En el caso de aparecer en la cabecera de la fosa, se piensa que su uso era de señalización de la misma.
 En el Corán se menciona el cuerno cuando anuncia el Día del Juicio Final “...Cuando se sople en el cuerno, no habrá ya, entre ellos, genealogías, no se interrogarán. Aquellos en cuya balanza pesen sus buenas acciones, aquellos serán los bienaventurados, pero aquéllos en cuya balanza el peso de sus buenas acciones sea ligero, esos serán quienes se habrán perdido a sí mismos. En el infierno vivirán eternamente...

Para saber más sobre este tema recomiendo la lectura de los siguientes artículos:
Maqbara islámica en Alhama, Murcia
Cementerio islámico en Lorca, Murcia
Mentalidades y creencias en las comunidades islámicas del próximo oriente en los ritos de                             enterramiento.
Excavaciones en el cementerio islámico de c/Rubira, 12 (Lorca, Murcia)
Los cementerios islámicos de Qurtuba
Los cementerios islámicos de Lorca. Aproximación al ritual funerario




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