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martes, 18 de abril de 2017

Los romanos contra el "mal de ojo"

Cierto es que hasta el momento, la mayoría de entradas tienen un marco cronológico en el que me suelo mover con mayor comodidad, digamos que desde la Edad Media hasta la Edad Contemporánea porque aunque algunos no lo crean, también existe la arqueología para fechas más recientes.

Hoy daremos un salto hacia atrás, hasta la época romana, período donde se enmarca un objeto, curioso y desconocido para el público en general y que es bastante común que aparezca en intervenciones arqueológicas relacionadas a necrópolis (cementerios) de dicho momento histórico. El objeto en cuestión es el amuleto fálico.

La representación del miembro viril masculino es algo innato a la condición artística del hombre existiendo representaciones desde el paleolítico. En el mundo romano era un adorno personal muy extendido.

Estos amuletos, normalmente, estaban realizados en bronce aunque podían estar fabricados en otros materiales como hierro, oro, plata, hueso o pasta vítrea.

Aunque su tipología es diversa y no vamos a entrar en detalles, sí describiremos un tipo muy común como es el colgante con anilla de sustentación central y representación de órganos sexuales masculinos, falo o fascinum e higa (puño cerrado con el pulgar asomando entre los dedos corazón y anular, alegoría simbólica de los genitales masculinos y femeninos) formando una figura de luna en cuarto creciente. Del centro nace un tercer elemento, un falo en reposo que puede marcar o no los testículos. Este tipo solían llevarlo los soldados.

La repetición de los motivos en un mismo amuleto multiplica su capacidad protectora.

En algunos ejemplares, el cuerpo central se simula estar cubierto por una túnica.

En general, estos amuletos tienen una cronología amplia, si bien son particularmente frecuentes durante el Alto Imperio, entre los siglos I y III d.C.

El culto fálico en época romana se dedica principalmente a Príapo (representado siempre con un desproporcionado falo erecto), hijo de Dionisio y divinidad dedicada a la fertilidad, protectora de las cosechas, de la enfermedad, del robo y del mal tiempo. Fue un dios muy popular en el ámbito doméstico.

Los amuletos fálicos tienen un sentido claro de representación de la fuerza viril con valores profilácticos relacionándose a la fertilidad que a su vez se asociaba a la riqueza, la fortuna y a la felicidad.

La sociedad romana era muy supersticiosa y para su día a día necesitaba de objetos (amuletos/talismanes) que la salvaguardara de los males. Estos amuletos fálicos se relacionaban con la buena suerte, la prosperidad, la abundancia y evitaban los hechizos como el “mal de ojo”, creencia muy extendida, de ahí su carácter protector. Además, esa forma de luna que tienen muchos de los amuletos, también posee una simbología: dar luz a los vivos para que pudieran ver en la noche tenebrosa (culto a la Luna)

El uso de estos amuletos se hacía en vida, tanto por hombres como por mujeres, a modo de colgante, aunque la mayoría de los ejemplares que se conocen proceden de contextos funerarios ya que se depositaban como ajuar formando parte del ritual mortuorio. Y no podemos olvidar su uso en niños a los que les otorgaba fuerza, salud y protección.

En ningún caso pueden considerarse objetos indecorosos, es más, este tipo de representaciones se colocaban en las construcciones como puentes o acueductos o en los hogares decorando mosaicos o paredes como signo de bienvenida, mostrando al visitante deseos declarados de fortuna y alegría.

Realmente, no deja de ser un reflejo de algo innato en la humanidad, el culto a la fertilidad y su relación con la fortuna, así ha sido y seguirá siendo aunque las representaciones o los modos de expresión sean distintos según épocas y lugares. 

Para saber más os invito a visitar el blog Arqueología e Historia del Sexo y la lectura de los siguientes artículos:

Amuleto fálico con higa en Chipiona de Gómez Peña, muy interesante su análisis simbólico e interpretativo.

lunes, 17 de abril de 2017

El rito funerario en Al-Andalus

Jerez almohade (interior del recinto amurallado)
Haber excavado en Jerez de la Frontera, tanto en la maqbara (cementerio islámico) de Santiago (en relación a la puerta del mismo nombre) como en la de San Miguel (en relación a la Puerta del Real) me ha permitido conocer de primera mano el rito funerario en época islámica.
Sin entrar en detalles sobre la historia de esta localidad, sí me gustaría dar a conocer, a través de este blog, apuntes generales sobre el rito funerario islámico que se caracterizaba, sobre todo, por su sencillez y austeridad, como así recomendaba la doctrina malikí.
Los malikíes fueron los seguidores de la escuela fundada por el jurista musulmán Malik ibn Anas en el siglo VIII, personaje ligado al poder califal de Medina. Esta escuela, que daba especial importancia a la tradición y a la austeridad, tuvo una gran difusión a través del tratado El collar de perlas preciosas de Abu Mohamed Abdala ben Nachan.
   La doctrina jurídico-religiosa "malikí", fue la que se siguió en  Al-Ándalus y todo el Norte de África, de ahí, que los enterramientos islámicos presenten muchas similitudes, sin distinción del área geográfica donde nos encontremos, dado que siguen los mismos preceptos coránicos: fosas estrechas, excavadas en el terreno natural, poco profundas y sin ningún tipo de recubrimiento interior y ostentación y siempre inhumación.
   Es importante, antes de proseguir con el rito funerario, comentar que las maqbaras se situaban a extramuros de la ciudad o medina aunque cerca de las puertas de acceso a la ciudad que solían ser cuatro, una en cada punto cardinal. Ya según la entidad de la ciudad podría haber una o varias maqbaras. 
        Los enterramientos hallados en los cementerios de Jerez corresponden al tipo de inhumación en fosa simple excavada en el nivel geológico, con una profundidad que oscila entre 30-60 cm, como recomendaba la doctrina malikí, no debían de ser más profundas que la cintura de un hombre y debían cavarse en la misma tierra, sin obra hecha de yeso, ni fábrica en que se use barro, habiéndose de cubrir con ladrillos o piedra. O sea que en general, suelen ser poco profundas.
     
Poca profundidad y estrechez
 
Otro aspecto que acompañaba la escasa profundidad de las tumbas era la estrechez de las fosas que oscilaban en torno a 30-40 cm, dato que se pudo ver en la mayoría de los enterramientos jerezanos. 
        En esta fosa estrecha se colocaba el cadáver de costado, envuelto en un sudario, desprovisto de ataúd, más adelante comentaré este hecho, y orientado en ángulo recto con la qibla de la Meca, en el caso de al-Ándalus eje NE-SO. El cuerpo de dispone en decúbito lateral derecho, con el rostro orientado 240º al SE, es decir, a la Meca, los brazos recogidos hacia delante sobre la región púbica y las extremidades inferiores ligeramente flexionadas. La variación en grados, referente a la orientación, es escasa y oscila entre los 230 y 260 grados.
La orientación de los cuerpos suroeste-noreste con el rostro vuelto hacia el sureste, hacia la Meca, es una generalidad en los enterramientos islámicos, y aunque en algunos casos la orientación del cuerpo puede variar sensiblemente, la posición de la cabeza cumple los preceptos coránicos.
Este hecho se ha interpretado con el desplazamiento de los cuerpos en el interior de la fosa con el paso del tiempo, y no como una posición ritual.
La característica principal del rito se centra en la inmovilización del cadáver. En este sentido, habría que justificar la estrechez de las tumbas, que en algunas ocasiones, presentaba los cuerpos forzados para ajustarse a las mínimas medidas de la fosa. Estrechez debida, sin duda, al interés por encajar al cadáver en dirección al Sur y con el rostro hacia La Meca, evitando cualquier tipo de desplazamiento inoportuno. Para ello, se usaban técnicas simples como calzar el cuerpo con una teja, apoyando la cabeza con un ladrillo de adobe o con una piedra plana, o acuñar el cuerpo con pequeñas piedras en las paredes de la fosa o trozos de cerámica.
Cubierta de tejas
Era recomendable cubrir la fosa con lajas de piedra, adobes (ladrillos crudos), tejas o tablas de madera (podía usarse la propia parihuela del cortejo fúnebre)  para que no entrara tierra en el interior, ya que debía de existir un espacio para que el fallecido /alma pudiera incorporarse cuando Munkar y Nakir apareciesen para su juicio. Un manuscrito de Ab Mohamed Abdala ben Nachan afirma que cuando el difunto quedaba sólo, sufría el juicio en la fosa, apareciéndole estos dos angelotes que le premiaban o castigaban según hubiera sido su vida fiel o infiel a la doctrina de Mahoma.
 Hasta la fecha en Jerez, la cubierta de tejas es la más común.
Dificultad de detección de la fosa
Las fosas están excavadas en el terreno geológico. La similitud entre el relleno de las fosas y el estrato que rompen es total. En definitiva, la tierra que extraen al excavar la fosa, va a ser reutilizada para cubrir al cadáver en un posterior momento. Si además le añadimos, la falta de cubierta en un alto número de las tumbas excavadas, el carácter perecedero de las señalizaciones de las mismas y el grado de arrasamiento del sustrato geológico, se entiende la dificultad a la hora de identificar correctamente las fosas y de poder ajustar datos referentes a cubiertas, señalizaciones y profundidad de las fosas.
 En cuanto  la señalización, la sepultura se indicaba con un pequeño montículo de tierra, alguna piedra o túmulo, elementos perecederos como un trozo de madera, adobe o algún ripio siguiendo la tónica de austeridad y sencillez del ritual.
Señalización de sepultura con ripios
 En teoría, cualquier elemento de ornamentación u ostentación era ilícito, sin embargo, según los enterramientos, propietario o época podían existir señalizaciones con losas rectangulares, estelas cilíndricas o prismáticas, ricamente decoradas.
 Los textos funerarios solían incluir el nombre del difunto, filiación, los títulos, fecha de su muerte, además de alabanzas y profesiones de fe islámica. Sin embargo, no se nos da caso hasta la fecha en Jerez.
 Siguiendo con los preceptos de la doctrina malikí, no se deben emplear ataúdes, aunque arqueológicamente se ha comprobado que algunos enterramientos islámicos presentaban signos de haberlos utilizado como denotan la presencia de clavos y argollas. Sin embargo, hay que tener especial cuidado con la presencia de estos elementos ya que podía tratarse de la parihuela del cortejo fúnebre ya que era común que formara parte del enterramiento.
  
Detalle de clavos y argollas
De este modo, el ataúd comienza a utilizarse de forma más o menos generalizada, a partir del s. XI-XII d. C, documentándose un ensanche de las fosas y clavos en su interior. El hecho del uso de ataúdes se ha relacionado, en determinadas ocasiones, como una medida higiénica, a consecuencia de la superpoblación de los cementerios.
La presencia de osarios, esto es depósitos secundarios, así como el traslado del difunto, no está permitida en el islam. Sin embargo, arqueológicamente están registrados. Se pueden explicar como una medida en los cementerios urbanos ante la falta de espacio.
Osario
Importante es el tema del ajuar. La presencia de objetos en el interior de las tumbas islámicas es un hecho excepcional. Sin embargo, se han documentado casos en al-Ándalus donde se han registrado fragmentos de tejido del sudario empleado en el amortajamiento, agujas, jarras, jarros, candiles, redomas, adornos como cuentas de collar, anillos, pendientes…botones e incluso cuernos.
 La doctrina malikí y la mayor parte de los tratados de sunna dictaminan que el difunto habrá de ser enterrado solamente con un sudario. Más tarde, Içe Gebir vuelve a remarcar que al muerto “ni le metan oro ni plata ni otra cosa”
 Sin embargo, contrariamente a lo expuesto, una de las fatuas recogidas por Al-Wansarîsî refleja la opinión de ciertos muftis autorizando que algunas mujeres fuesen enterradas con joyas.
 En Jerez se constató en una sepultura la presencia de ajuar consistente en una argolla de hierro colocada en el tobillo izquierdo del cadáver y un collar de cuentas de vidrio. Sin embargo creemos más oportuno pensar que se trataría de adorno personal más que parte de un rito.
 El sudario usado como mortaja era una sábana de color blanco, aunque la doctrina maliki toleraba cualquier color menos el rojo. El sudario era cosido de arriba abajo, para posteriormente descoserlo o desatarlo por la parte de la cabeza y los pies al depositar el cadáver en la fosa. Este hecho provoca, que en ocasiones, aparezcan agujas en el interior de las fosas.
 En la mayoría de los casos hay que interpretar la presencia de cerámica como restos que han quedado en la tierra, pero no como parte de un ajuar funerario, aunque como hemos dicho anteriormente, existe la posibilidad de su disposición intencionada.
 En el cementerio islámico de Santiago, hasta la fecha, han aparecido tres tumbas con un jarro pitorro o lechera de época almohade depositados intencionadamente.
Presenta tres jarros pitorro
 Las jarras o jarros están asociados funcionalmente al mundo del agua, por lo que su razón simbólica debe partir de la misma.
 Algunos autores interpretan los elementos cerámicos en el interior de las sepulturas como parte de un rito, no muy extendido, relacionado con una contribución para el acercamiento al paraíso, usando como símbolo las vasijas que pudieran contener líquidos, como la jarra, la redoma o el jarro.
 Hay autores que interpretan la disposición en el interior de la tumbas de jarros pitorros o lecheras como una señal o identificación del individuo por su mala conducta en vida.
 En ocasiones, los enterramientos aparecen con candiles en su interior, aunque en Jerez no se ha registrado alguno hasta la fecha.
 Referencias a la identificación de la luz con Dios se encuentran en la Sura 24 del Corán cuyo nombre es precisamente “La Luz”.
 La posibilidad de presencia de candiles en futuras intervenciones en áreas de necrópolis podría interpretarse como un elemento de apoyo para facilitar el seguimiento de la luz de Dios.
 La presencia de ejemplares de cuernos, generalmente de cápridos, asociados a los cementerios islámicos, aunque no en el interior de las fosas funerarias, es un hecho constatado en varias intervenciones arqueológicas: en Murcia. Este hecho se ha interpretado como banquetes funerarios.
 En el caso de aparecer en la cabecera de la fosa, se piensa que su uso era de señalización de la misma.
 En el Corán se menciona el cuerno cuando anuncia el Día del Juicio Final “...Cuando se sople en el cuerno, no habrá ya, entre ellos, genealogías, no se interrogarán. Aquellos en cuya balanza pesen sus buenas acciones, aquellos serán los bienaventurados, pero aquéllos en cuya balanza el peso de sus buenas acciones sea ligero, esos serán quienes se habrán perdido a sí mismos. En el infierno vivirán eternamente...

Para saber más sobre este tema recomiendo la lectura de los siguientes artículos:
Maqbara islámica en Alhama, Murcia
Cementerio islámico en Lorca, Murcia
Mentalidades y creencias en las comunidades islámicas del próximo oriente en los ritos de                             enterramiento.
Excavaciones en el cementerio islámico de c/Rubira, 12 (Lorca, Murcia)
Los cementerios islámicos de Qurtuba
Los cementerios islámicos de Lorca. Aproximación al ritual funerario




lunes, 3 de abril de 2017

Gustavo Adolfo Bécquer, su lado menos "romántico"

El pasado día, viendo por internet el programa Cero en Historia que por cierto, recomiendo porque es entretenido y se aprende bastante en clave de humor, dieron un dato que particularmente desconocía de Gustavo Adolfo Bécquer y que ya aproveché para indagar un poco.

A todos nos suena este poeta del siglo XIX, máximo exponente del posromanticismo y casi seguro que en los tiempos de la E.G.B. materia de examen con sus Rimas y Leyendas. 

Pues bien, parece ser que junto a su hermano, pintor costumbrista de nombre Valeriano, publicó "Los Borbones en pelota", entre 1868-1869 (período revolucionario). Se trata de un libro de ilustraciones porno-satíricas firmado con el seudónimo "SEM", con textos de Gustavo Adolfo Bécquer y dibujos de su hermano sobre los últimos tiempos del reinado de Isabel II. Tanto la monarca como su gobierno no salen muy bien parados precisamente.

Estas acuarelas y sus leyendas son un documento gráfico único aunque los becquerianos dudan de que sean éstos sus autores, algo comprensible pues vamos del "¡Qué es poesía! ¿y tú me lo preguntas? / Poesía...eres tú" al "¡Oh viejo que estás jodiendo! al infierno vas cayendo".

Interesante el análisis del contexto histórico que rodeó esta publicación de Juan Antonio Herrero en http://www.temporamagazine.com/los-borbones-en-pelota/

He aquí el curioso documento:
"LOS BORBONES EN PELOTA" (publicación de libre descarga de la Institución Fernando El Católico")

sábado, 1 de abril de 2017

La provincia de Cádiz en el último tercio del siglo XVI, a través de los flamencos Joris Hoefnagel y Anton van den Wyngaerde

El descubrimiento de América suscitó en la Europa del siglo XVI un ávido interés por conocer países y culturas que fueron formando importantes colecciones de mapas y planos.

En este sentido, bajo la influencia y encargo de Felipe II, aparecieron en España dos colecciones de vistas urbanas dibujadas por Joris Hoefnagel y Anton van den Wyngaerde, hacia 1563-1567, autores provenientes de la ciudad flamenca de Amberes. (Antonio Gámiz Gordo: Revista IAPH nº 77, 2011)

Anton van den Wyngaerde, Antonio de las Viñas o Antón de Bruselas, como se le conocía en España, se instala en Madrid en 1562 e inicia su periplo por las poblaciones españolas.

En 1567, desde la provincia de Málaga, en concreto desde Ojén, visitó y plasmó las ciudades gaditanas de Gibarltar, Tarifa, Zahara de los Atunes, Cádiz, Puerto de Santa María, Jerez de la Frontera y Sánlucar para ya dirigirse a la provincia de Sevilla.

Es muy probable que en ese viaje, coincidiera con el también flamenco Hoefnagel que ya en 1561, parece ser, llegó a Sevilla.

En 1572, en la ciudad alemana de Colonia, el editor Braun y el grabador Hogenberg transformaron los minuciosos dibujos de Hoefnagel y otros autores en grabados dando forma al atlas geográfico mundial más importante de su tiempo, el libro CIVITATES ORBIS TERRARUM, obra de seis tomos, concluida en 1617.


Este es el legado que ambos autores nos dejaron de la provincia de Cádiz que espero os sea de interés.


     CIUDAD DE CÁDIZ


J.Hoefnagel
J. Hoefnagel

J. Hoefnagel

A. Wyngaerde

JEREZ DE LA FRONTERA

J. Hoefnagel

A. Wyngaerde

EL PUERTO DE SANTA MARÍA

A. Wyngaerde

SANLÚCAR DE BARRAMEDA

A. Wyngaerde

VEJER DE LA FRONTERA

J. Hoefnagel

CONIL DE LA FRONTERA

J. Hoefnagel

BORNOS y ZAHARA DE LA SIERRA

J. Hoefnagel

GIBRALTAR

A. Wyngaerde

TARIFA

A. Wyngaerde

ZAHARA DE LA SIERRA

A. Wyngaerde

SETENIL DE LAS BODEGAS

J. Hoefnagel



Si os ha llamado la atención y queréis saber más sobre estos dos personajes, os dejo algunos enlaces:


Y si veis que falta algún dibujo no dudéis en comunicarlo.